OPINIÓN 

Por Ada Yunuén Salgado Merino*

ES UN HECHO que como seres humanos no estamos exentos de relacionarnos afectivamente hacia una o varias personas, pero las formas en que se expresa el amor han sido distintas en hombres y en mujeres a lo largo de la historia. El amor se ha intentado definir de diferentes maneras y ha sido un tema de discusión desde la antigua Grecia, pero lo que nos interesa saber es como se ha construido el amor romántico a través de cuentos y mitos, éstos últimos entendidos como relatos tradicionales y explicaciones imaginarias que son tomadas como verdades (Enciclopedia Humanidades, 2013) y que perduran a través del tiempo y en la cultura.

Podemos decir que el amor, más allá de un sentimiento profundo, es una construcción socio-cultural; el amor romántico está sustentado en los mitos de la complementariedad entre dos seres: “se consolida en la dependencia entre hombres y mujeres (…) De esta visón de complementariedad, nacen los estereotipos, roles y mandatos de género“ (Pascual, 2016, p. 66).

Podemos encontrar en el Banquete de Platón el mito del andrógino, en el cual se dice que en la antigüedad había seres completos que se veían como esferas, tenían dos brazos, dos piernas, dos cabezas, poseían además dos sexos, hombre-mujer, hombre-hombre, mujer-mujer.

Un día, por desobedecer a Zeus, decide partirlos en dos, por la mitad, destinados entonces a encontrar la persona que lo complete y lo una de nuevo como en su origen. A partir de este mito, el amor se ha concebido como aquel sexo que viene a complementar nuestras faltas y nuestras carencias.

En nuestra actualidad se ha ido discutiendo y puesto en cuestión el mito del amor romántico y vale la pena seguir analizándolo también como producto de una sociedad heteronormativa y patriarcal que estructura las formas de amar en hombres y mujeres. Con heteronormatividad nos vamos a referir al “régimen social, político y económico impuesto por el patriarcado, extendiéndose tanto del ámbito público como del privado” (CEAR-Euskadi, s.f., párr. 1). Este régimen normativo impone que lo único ideal y aceptable socialmente es la relación heterosexual, cumpliendo con los roles de género asignados y la expresión de deseos sexuales y afectivos.

El cuento infantil La Sirenita escrito por Hans Cristian Andersen de 1837 que tiene como personaje principal un ser mitológico, nos ayuda a pensar también en este amor romántico y heteronormativo.

La premisa de este cuento clásico, es el sacrificar todo por amor. La Sirenita está enamorada de un príncipe, por lo que acude con la Bruja del Mar para que pueda darle piernas y salir al exterior, pero a cambio de ello, tiene que pagar con su melodiosa voz. La Sirenita acepta el trato, conoce al príncipe y se hacen amigos. En la versión Disney, el príncipe y la Sirenita se casan, ella se queda con su voz y viven felices para siempre después de toda adversidad, siendo también la condición de muchos cuentos infantiles e historias de amor románticas. En el cuento original de Andersen, la Sirenita lo pierde todo y muere convirtiéndose en espuma de mar.

Al analizar esta parte de la historia, nos damos cuenta de la posición femenina que ocupa la Sirenita: una mujer que se sacrifica por amor hacia un hombre, además ser desconocida en la esfera pública a falta de su voz. En el cuento de Andersen, la Sirenita ni siquiera tiene un nombre propio. Por otro lado, la posición masculina que ocupa el príncipe, es el de un hombre económicamente exitoso, con poder, estatus y reconocido en la esfera pública (en lo exterior) y que no paga por amor de la misma manera como lo hace la Sirenita. Ante esta imposibilidad de complementariedad, la Sirenita muere y el príncipe sigue con su vida.

La Sirenita, al inicio para estar con el príncipe, pierde su atributo más valioso: su voz. La voz es justo para las mujeres también un atributo muy valioso, tener voz propia nos descoloca de esas posiciones pasivas y nos da también un lugar en la esfera pública.

En contraparte, pensemos en las mujeres que están implicadas en una relación violenta, enganchadas en discursos del amor romántico como “te lo perdono todo porque te quiero”, “el amor lo aguanta y lo puede todo”, “amor es sacrificio”, y otras formas masoquistas mezcladas con sentimientos de culpa como “me pega porque me quiere”, “me lo merezco”, “yo tengo la culpa, lo hice enojar”.

Estas mujeres, aunque evidentemente pueden hablar, parece que han perdido su voz propia y en su lugar se juega el hecho de ser violentadas y victimizadas, historias que terminan, muchas veces, en finales trágicos.

El sacrificar todo por amor que supone la entrega total y el sacrificio, sin reciprocidad, es quedar como una persona reducida en calidad de objeto desvalorizado, vulnerado, muchas veces violentado y consumido por otro.

Desmitificar el amor romántico, es una tarea difícil, ya que conlleva la renuncia a ciertos ideales normativos de la sociedad en las formas de ser, amar y actuar, por lo que implica, desobedecer a los mandatos de género, dar cuenta que, en el amor, no todo es bello, eso que nos han mostrado los cuentos de amor y la cultura del entretenimiento. Pensemos y analicemos, si lo damos todo por amor, ¿con qué nos quedamos al final? Hay mucho de qué hablar sobre este tema y no es exclusivo de las mujeres.

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 * Licenciada en Psicología por la UMSNH. Egresada de la Maestría en Psicología de la Educación con Perspectiva Psicoanalítica por el IMCED. Psicoanalista. Psicóloga en Dpto. Psicopedagógico y Docente interina de la UMSNH.

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Referencias

  1. CEAR-Euskadi (s.f.). Heteronormatividad. Diccionario de Asilo. Recuperado el 13 de julio, 2023, en https://diccionario.cear-euskadi.org/heteronormatividad/
  2. Enciclopedia de Humanidades (2013). Recuperado el 13 de julio, 2023, en https://humanidades.com/mito/
  3. La Sirenita (12 de junio de 2023). En Wikipedia. https://es.wikipedia.org/wiki/La_sirenita
  4. Pascual, A. (2016). Sobre el mito del amor romántico. Amores cinematográficos y educación. REVISTA DE EDUCAÇÃO E HUMANIDADES, 10 (2016) marzo, 63-78.
  5. Platón (2018). Banquete. Madrid: Gredos. (Documento original publicado ca. 384 A.C.)